
A través de los tiempos, los estigmas han sido tema de discusión en diferentes ámbitos. Uno de estos es el ámbito religioso.
Según el catolicismo, los estigmas son llagas que ciertas personas presentan en determinadas partes del cuerpo, representando las mismas heridas que Jesús sufrió en su crucifixión en sus brazos, piernas y la producida por la lanza. Entre estas, se pueden distinguir la de la mano izquierda, la mano derecha, el pie izquierdo, el pie derecho y la del costado; nombradas así por la Iglesia Católica; aunque en algunos casos se llega a sufrir estigmas en la cabeza y en la espalda, las cual representaría la corona de espinas de Jesús y la flagelación recibida por los latigazos por castigo de Pilatos.
Este fenómeno, claramente fuera de lo normal, es considerado como un don para la Iglesia Católica para aquellos fervientes devotos que viven realmente la fe o que son dignos de la gracia de Dios. Si bien es cierto que los “estigmatizados” (nombre que reciben las personas que presentan estos estigmas) son casos poco comunes, no se les debe confundir con personas que se provocan estas por puro fanatismo religioso u otros motivos, o aquellos que poseen estigmas diabólicos, reconocidos así por la Iglesia Católica.
Por este motivo, la Iglesia, apoyada en estudios realizados por el sacerdote francés Adolphe Talquerey, ha establecido ciertos criterios para determinar la autenticidad de los estigmas de Cristo:
1. Están localizados en los mismos lugares del cuerpo que en Nuestro Señor.
También ha habido casos de estigmatizados falsos, como Magdalena de la Cruz (1487 - 1560), abadesa del convento de Santa Isabel de Córdoba, quien admitió su propio fraude. Magdalena, natural de Aguilar y mujer de religión con renombre de santidad, se hizo célebre en toda España después de haber, por lo visto, pronosticado la victoria de la Batalla de Pavía (1525) y la prisión de Francisco I de Francia. Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España, vistió, según parece, a su primogénito, un recién nacido Felipe II de España, con el hábito de la abadesa.
Magdalena de la Cruz, en cualquier caso, compareció, a solas, en solemne auto de fe celebrado el día 3 de mayo de 1546 y confesó haber simulado un sinnúmero de arrobamientos y milagros. Los inquisidores de Córdoba, con todo, le conmutaron la pena de muerte en la hoguera y optaron por recluir a Magdalena de por vida en un convento de Andújar.
Finalmente, debido al carácter sui géneris de los estigmas al no ser mencionados en las Sagradas Ecrituras y sin embargo ser considerados dentro de las costumbres seguidas por la iglesia, nos damos cuenta que son gracias de Dios concedidas a personas excepcionales.
Miguel Moreno
No hay comentarios:
Publicar un comentario